La Diosa: Nosotros la perdimos, Nosotros la recuperamos.
La Diosa, nuestro origen:
De acuerdo a excavaciones arqueológicas realizadas en la segunda mitad del siglo XX se ha revelado que el ser humano vivió una época en que libertad, igualdad y fraternidad no eran un mito. En ese entonces las comunidades no construían fortalezas ni se asentaban en lugares aislados. Tampoco había diferencias sociales excesivas entre los habitantes de estas comunidades.
Todo lo anterior puede ser visto a través del arte encontrado en excavaciones como la de Catal Huyuk. En su arte mortuorio no podemos dar cuenta de que exista una pirámide social en que unos pocos son temidos y venerados por el resto. El tamaño de los templos no difiere mucho del tamaño de las casas habitadas. El arte expresa la belleza, la naturaleza, sin darle un lugar de importancia a las escenas de batalla o a las armas.
En Catal Huyuk la deidad venerada era la Diosa, quien daba la vida a todo y a todos. Esta idea es la extrapolación de algo tan simple como el hecho de que todos nacemos del vientre de una mujer. Por ende podemos imaginar una mujer que dio nacimiento a todo lo conocido. Esto no significa que Catal Huyuk haya sido un matriarcado (que no es más que un patriarcado invertido) muy por el contrario, tanto hombres como mujeres participaban de la religión, política, trabajo y organización. Ningún individuo o grupo dominaba en forma intimidante y los ancianos eran ampliamente respetados por su sabiduría.
Un ejemplo más conocido y más moderno de una cultura en que la dominación no era la tónica, es la isla de Creta, en donde se adoraba a la Naturaleza y a la Diosa, pero también se logró un alto nivel de confort, un vasto desarrollo del arte y la arquitectura. Se contaba con sistemas de desagüe, canales, caminos; se formó la primera burocracia con el desarrollo de la escritura, y se podía ver que el tesoro real se utilizaba para mejorar la vida de todos los habitantes. En Creta tampoco se encontraron fortalezas militares, ni estatuas de los gobernantes, teniendo si un desarrollo tecnológico en armería. La religión promovía el gozo de la vida y el contacto con la naturaleza. La música, la danza, el canto y el deporte formaban parte de la vida cotidiana. Los cretenses poseían además una actitud natural hacia el sexo. La diferencia entre los sexos se consideraba positiva, ya que permitía el placer del encuentro, sin ser una desigualdad de poder o de capacidades.
Si toda esta historia parece muy novedosa, es porque para entender este tipo de culturas es necesaria una valoración de lo femenino que ha estado ausente durante años en nuestra cultura. Sólo con esta valoración podemos comprender e interpretar la información que estos pueblos legaron sin caer en simplificaciones y demonizaciones.
Utopía o Realidad?
Si bien todo lo anterior parece ser utópico es bueno recordar que este tipo de sociedades no estaba libre de violencia, asesinatos, etc. Lo importante es que no existía violencia justificada, violencia oficial o venerada como en culturas posteriores, en que los héroes de guerra y la formación de imperios dominadores llegaron a tal grado de importancia que incluso las religiones se sirvieron de las armas para subsistir.
Cabe destacar que Catal Huyuk se fundó hace 8500 años y la civilización cretense cayó hace 3200 años, por lo que no estamos hablando de modelos sociales inestables que perecieron rápidamente, sino que se extendieron tanto o más que el modelo patriarcal actual.
La pérdida de la Atlántida:
¿Cómo pasamos de una sociedad que valoraba la vida y la creación a una cuyo centro de atención es la dominación y la destrucción?
Los cataclismos y la invasión de los Aqueos a la Isla de Creta, marcaron el fin de un modelo humano que fue recordado en mitos como el de la Atlántida mencionado por Platón.
Aparentemente todo comenzó como una pequeña invasión proveniente de la periferia de Europa, principalmente por pueblos conocidos como indoeuropeos. A diferencia de los nativos europeos principalmente agricultores, las tribus periféricas que vivían en climas fríos o desérticos eran especialmente ganaderas, nómades y pastores. Comenzaron con pequeños saqueos de pueblos que terminaron siendo verdaderas invasiones. Estos pueblos traían nuevos valores, en que la fuerza era el medio para conseguir la riqueza y por ende la destrucción pasó a ser la forma de obtenerla. Sus dioses eran dioses de la guerra que portaban armas destructoras y no herramientas creadoras. La aparición de estos pueblos generaría un caos que luego daría origen a las primeras civilizaciones patriarcales como las conocemos.
Con lo anterior apareció el sometimiento de la mujer, la esclavitud, la explotación irresponsable de los recursos naturales y otras formas de dominación, algunas de las cuales se han erradicado y otras subsisten aún.
Las tumbas de los nuevos europeos se caracterizaban por practicar el sacrificio de las esposas y concubinas, cuando el hombre guerrero moría. Construyeron fortalezas y el arte y la religión giraban en torno a la guerra.
Siendo esta la cuna de la civilización occidental, hemos llegado a creer que no existe otra forma de existencia humana que no sea la de la dominación de los más fuertes sobre los más débiles.
La encrucijada:
El ser humano ha llegado un punto en que su capacidad de destrucción no es controlable, por lo que el destruir al otro puede significar la autodestrucción. Entonces estamos frente a un límite visible, una encrucijada en que estamos decidiendo si seguir por el mismo camino o cambiamos de rumbo.
Recuperando a la Diosa:
Desde el intelecto han nacido ideas que de una u otra manera nos devuelven a un sistema más solidario de existencia. Hemos abolido la nobleza, la esclavitud y las revoluciones como la francesa han puesto en nuestra mente valores que durante mucho tiempo fueron olvidados. La aparición del sicoanálisis en el siglo XIX muestra un nuevo interés por dar importancia a las emociones y a la felicidad del ser humano. Junto con eso el devolver los derechos a la mujer de forma que tenga los mismos derechos que el hombre y que pueda cumplir roles protagónicos, comienza a restablecer el equilibrio perdido.
Más allá de estos acontecimientos modernos, encontramos el rescate de la espiritualidad ancestral, como forma de manifestar una vez más en el cielo, lo que queremos ver en la tierra. Esto está siendo rescatado de infinitas maneras, tanto por maestros espirituales, como por intelectuales.
Recuperar a la Diosa, significa recuperar lo sagrado que hemos perdido hace tantos años y conectarnos con las energías de la naturaleza, del cuerpo, del desarrollo intuitivo y de nuestras habilidades creadoras. Este conocimiento ha sido guardado en los mitos y en la herencia de pueblos que han cuidado sus tradiciones, siendo recuperados por personas que han dedicado sus vidas a investigar tanto en este plano físico como en el otro. Llamar a la Diosa a que vuelva nuestras vidas nos ayuda a restablecer la confianza en nuestro propio poder, dañada por años de religiones castigadoras y atemorizantes que postulaban que sólo algunos eran dueños de la verdad.
Susana Aguilar
Bibliografía: "El Cáliz y la Espada", Riane Eisler.
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